‘La gente del abismo’: Jack London en el caos miserable del East End de Londres

portada del libro La gente del abismo de Jack London

Hace una pequeña eternidad, que diría mi querido y admirado maestro Ignacio Fontes, leí Retrato de un asesino. Jack el Destripador. Caso cerrado. En las primeras páginas del libro, al describir cómo era el East End londinense donde se cometieron los asesinatos atribuidos a Jack The Ripper, la escritora Patricia Cornwell hacía mención a La gente del abismo (1903), de Jack London.

Se trata de una obra que he devorado teniendo en cuenta mi pasión por Londres, el interés que aún suscitan las historias relacionadas directa o indirectamente con Jack el Destripador –en este caso, el escenario de sus fechorías en 1888– y la buena impresión que me causó la lectura de otro libro del autor estadounidense: La peste escarlata.

Jack London: “Deseo conocer el East End y ver las cosas por mí mismo”

Antes de que La gente del abismo viera la luz, el fotoperiodista Jacob A. Riis publicó Cómo vive la otra mitad (1890), en la que daba buena cuenta de las pésimas condiciones de vida de una parte de la población de Nueva York. Y aquel libro, al parecer, sirvió de fuente de inspiración a Jack London.

Pese a ser tachado de loco e irresponsable por sus allegados, el escritor se mostró rotundo: «Lo que deseo es descender al East End de Londres y ver las cosas por mí mismo. Pretendo averiguar cómo viven esas gentes, por qué viven allí y para qué viven. En resumen, voy a vivir allí», expuso resolutivo.

A partir de ahí, London se deshizo de sus hábitos, compró ropa de segunda mano de la peor calidad y se mimetizó entre «esas gentes» que habitaban en el East End, una zona ignorada por la otra mitad de Londres de la que nadie hablaba, el abismo…

‘La gente del abismo’: una narración estremecedora

En 1902, catorce años después de los crímenes de Jack el Destripador en aquella parte marginal de Londres, la primera impresión que tuvo Jack London del East End fue de las que dejan huella. «La pobreza parecía inacabable (…) Aquí y allá se tambaleaba un hombre o una mujer en plena borrachera. Y el aire resultaba obsceno por el sonido de peleas y disputas. En el mercado, viejos y viejas temblorosos revolvían los desperdicios arrojados al fango buscando patatas, alubias y verduras podridas, mientras los chiquillos se apiñaban como moscas alrededor de una masa de fruta corrompida, hundiendo sus brazos en una pasta pútrida para extraer pedazos que devoraban al instante», narra London.

Durante los días que permaneció en el East End, el estadounidense comprobó cómo su población vivía hacinada en habitaciones sin acceso a aseos ni baños, expuesta a todo tipo de enfermedades. De ahí que la tasa de mortalidad fuese «exageradamente elevada».

Un caos miserable plagado de desdichados en el ocaso del Imperio Británico

En La gente del abismo se da cumplida cuenta de las andanzas de casi medio millón de personas. Jack London convivió con muchas de ellas. Y se camufló en albergues para constatar cómo maltrataban a quienes pasaban las noches en ellos: en la misma bañera se aseaban decenas de personas que, posteriormente, maldormían apiñadas entre ratas y llegaban a ingerir sobras de alimentos previamente masticados por enfermos.

En aquel «caos miserable», la gente no podía pernoctar en la calle: cualquier intento de hacerlo encontraba como respuesta un «¡Circule!» por parte del policía de turno, que no se andaba con contemplaciones para despejar la vía pública de aquellos sintecho, miles de personas que «llevaban la bandera» –expresión que significaba pasar la noche caminando por las calles–.

A través de La gente del abismo, London sumerge al lector en un universo plagado de desdichados que se emborrachaban para olvidar su vida miserable, malnacidos que pegaban a sus mujeres y las dejaban embarazadas en «un lugar en el que ningún niño tendría que crecer y ninguna mujer debería vivir».

Las palizas de los hombres a las mujeres estaban a la orden del día. Y ellas, temerosas, no les denunciaban porque su arresto significaba dejar de percibir el poco dinero que entraba en el hogar, entendiéndose como tal una mísera habitación infestada.

En resumen, el autor anduvo por Whitechapel y Spitalfields, los escenarios en los que se movió, quienquiera que fuese, Jack el Destripador en 1888. «Un East End enfermo y desnutrido», la cara oculta de Londres, la capital de un Imperio Británico que se desintegraba y perdía su ímpetu, día a día, «bajo el mando de unos inútiles».

Bertram Fletcher Robinson: “Un volumen deprimente”

Como apunte curioso, el escritor, periodista y editor Bertram Fletcher Robinson publicó una reseña de La gente del abismo, libro que calificó de «volumen deprimente». En relación a este inglés, hay quienes sostienen que Arthur Conan Doyle le robó la historia que inspiró El perro de los Baskerville. Y otros van más allá y no dudan en afirmar que Fletcher Robinson sería el verdadero autor de esa novela de Sherlock Holmes que acabó firmando el escocés. Además, se comenta que este último fue amante de Gladys, esposa de Bertram, y que logró persuadirla para envenenar a su marido con láudano. Pero, como se suele decir, esa es otra historia…

4 de marzo de 2025. Por Bernardo Valadés.