Inaugurado en 1992 con el recorrido Madrid-Sevilla, el tren de alta velocidad en España ha sido, durante décadas, un símbolo de tecnología, puntualidad y eficacia. Era motivo de orgullo nacional y carta de presentación ante los turistas y visitantes de otros países. Sin embargo, el panorama ha cambiado drásticamente y viajar en un tren de alta velocidad se ha convertido en una experiencia incierta; ahora, la aventura no está en el destino, sino en conseguir llegar a él.
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Una cadena de incidencias intolerable
Si nos centramos solamente en 2025, desde el 1 de enero los usuarios han sufrido un rosario de problemas: fallos informáticos en nuevos trenes, un apagón eléctrico a escala nacional, robos de cableado, incendios junto a las vías, averías en catenarias y sistemas de señalización, huelgas por falta de maquinistas e incluso evacuaciones masivas con paradas de hasta diez horas. Estos incidentes han afectado tanto a los servicios de Renfe como a los de las operadoras privadas, multiplicando los retrasos y cancelaciones.
Es una realidad: el tren de alta velocidad en España atraviesa una crisis de fiabilidad que ha erosionado la confianza de los pasajeros. Para muchos, lo que antes era un servicio ejemplar se ha convertido en un deporte extremo en el que hay que armarse de paciencia, improvisar planes y asumir que llegar a tiempo es casi un golpe de suerte.
Impacto en los usuarios y en el turismo
Las consecuencias no se limitan al enfado de los viajeros habituales. Cada incidencia repercute en la imagen exterior de España y en un sector turístico que depende de una conectividad rápida y segura. El tren de alta velocidad es uno de los principales medios para que los turistas y visitantes extranjeros recorran España, y las noticias de interrupciones o evacuaciones dañan la reputación de eficiencia que tanto costó construir.
Los usuarios denuncian una falta de mantenimiento preventivo, la externalización de servicios clave y una coordinación deficiente entre Adif y las operadoras. De igual manera, alertan de que la reducción de la inversión en infraestructuras en los últimos años ha dejado huella en la capacidad de respuesta ante las emergencias.
Un futuro por redefinir
La situación actual, pues, exige medidas urgentes y transparentes. La alta velocidad no puede sostener su prestigio si continúa acumulando incidencias que perjudican a miles de personas y al propio país.
Conclusión: sería deseable que se realizara una auditoría exhaustiva del tren de alta velocidad en España. Y, antes, quizás debería sopesarse si es conveniente mantener algunos servicios y dejar de vender billetes si no se tiene una gran certeza de que un trayecto se va a cubrir sin incidentes.
8 de agosto de 2025. Por Redacción Mobilitynews.
