Si por algo destacó ‘Caratsch’, como era conocido Rudolf Caracciola, es por su extraordinario pilotaje sobre mojado. Tanto es así, que siempre será recordado como ‘El maestro de la lluvia’ (‘Regenmeister’). Y también por sobreponerse a un terrible accidente sufrido en el GP de Mónaco de 1933. Cuando se pensaba que su trayectoria en las pistas había concluido, Caracciola resurgió cual ave fénix para conquistar tres títulos europeos y un récord de velocidad.
Sin duda, la historia, así narrada, daría mucho juego como guion cinematográfico. La misma hay que contextualizarla a mediados de 1926 en Dresde. En la capital del estado de Sajonia, un vendedor de la Daimler-Motoren-Gesellschaft no da crédito a lo que está leyendo. Contrariado, tira el periódico y se planta ante su jefe para pedirle permiso: necesita viajar a Berlín y resolver un asunto de máxima prioridad con el director del fabricante alemán de automóviles.
Aquel joven osado consigue ser recibido por Max Sailer, otrora ingeniero de desarrollo y piloto de carreras. Y le pregunta por qué Daimler no participará en el GP de Alemania que tendrá lugar, el 11 de julio, en el circuito de Avus. “Preferimos concentrar todos nuestros esfuerzos en el IV Gran Premio de Turismos que se celebrará el día 22 en San Sebastián”, responde Sailer.
Lejos de darse por vencido, el comercial se ofrece a pilotar un Mercedes a título privado. De esta forma, Daimler no tiene nada que perder. Muy al contrario: si aquel entusiasta consigue un buen resultado en Avus, la compañía podrá atribuirlo a la competitividad de sus automóviles. Y si no fuese así, argumentar que no tomó parte en la prueba de forma oficial.
Ciertamente, el vendedor es un tipo osado. Y ya ha demostrado que es capaz de hacerlo bien en pruebas automovilísticas. Sin embargo, el GP de Alemania no será una carrera como en las que ha tomado parte. Miles de personas acudirán a Avus. ¿Qué hacer? ¿Se le permite participar? El director se lo piensa y, tal es la insistencia de aquel empleado llegado de Dresde, que, finalmente, consiente. Le dejará correr con un Mercedes Grand Prix, con motor de ocho cilindros, de 1924. Y no sólo eso: el propio Sailer retrasará su viaje a España y asistirá a la prueba alemana.

Apoyo oficial
Aquel encuentro marcó un antes y un después en la historia de Rudolf Caracciola, el audaz trabajador de la Daimler en Dresde que, además de venderlos, también sabía pilotar coches. Una experiencia vital, por cierto, que se produjo en un momento histórico: apenas dos semanas antes del GP de Alemania, Daimler-Motoren-Gesellschaft y Benz & Cie. habían anunciado una unión que daba lugar a Daimler-Benz AG.
Mientras el nuevo equipo oficial de Mercedes-Benz ultimaba los preparativos para la prueba que había de disputarse en el circuito de Lasarte, en Avus se daban cita dos Mercedes Grand Prix privados, destinados a Rudolf Caracciola y Adolf Rosenberger, dentro de la clase E reservada a automóviles con una cilindrada de hasta 2.000 cc. Aunque ambos Mercedes no eran oficiales, contaron con el apoyo de Daimler-Benz. Tanto es así, que la asistencia estuvo supervisada por el mismísimo Max Sailer y el director técnico Ferdinand Porsche. En total, en el rápido trazado berlinés competirían 46 automóviles, divididos en tres categorías, bajo la atenta mirada de unos 230.000 espectadores.
‘Regenmeister’
En el caso de Caracciola, la salida fue un fiasco. Su Mercedes se caló y hubo de ser ayudado por el copiloto, Eugen Salzer, para reanudar la marcha. Tocaba remontar. Y no sólo eso: hacerlo, además, en condiciones de lluvia, presente durante buena parte de la carrera.
En aquel asfalto mojado, al final de la séptima vuelta –de las 20 que debían completar los participantes–, se produjo uno de los golpes de teatro del GP de Alemania: Rosenberger, al intentar respirar algo de aire fresco tras detectar una fuga de éter, sufrió un aparatoso accidente a 150 km/h que, entre otras consecuencias, ocasionó la muerte a un cronometrador (Wilhelm Klose) y un operario (Gustav Rosenow) encargado de reflejar los tiempos en el tablero. El hecho de que la pista no se viese afectada y la rápida actuación del personal médico evitó que el público fuese consciente de la tragedia y, por ende, que la carrera se detuviese.
Dos giros más tarde, Rudolf Caracciola se vio obligado a parar en boxes: como era habitual en los Mercedes Grand Prix de 1924 –aunque en los años posteriores se trabajó para intentar solucionar el problema–, una bujía puso en riesgo su continuidad. Tras inspeccionar todas una a una, Porsche detectó cuál era la que se tenía que reemplazar. Aquella detención de siete minutos situaba a Caracciola en la quinta posición. Todavía no estaba todo perdido…
En la segunda mitad de la carrera, algún abandono y su determinación acabaron dándole el triunfo. Pero no fue consciente de su victoria hasta que Sailer le golpeó en la espalda para felicitarlo efusivamente. Aquel vendedor de Dresde cumplió de sobra. Y aunque en la última parte de la prueba lució el sol, su pilotaje sobre mojado hizo que comenzara a ser conocido como Regenmeister, el Maestro de la lluvia.

Primeros pasos
Nacido el 30 de enero de 1901 en Remagen, a Rudolf Caracciola le apasionaron los coches y la mecánica desde muy temprana edad. A la edad de 15 años obtuvo el permiso paterno para sacarse el carné de conducir y entró en calidad de aprendiz en la fábrica de la firma de automóviles Fafnir en Aachen, a la que también representó, en calidad de vendedor, en Dresde.
Poco a poco, Rudi comenzó a involucrarse con la competición. En 1922 finalizó cuarto de su categoría en una carrera disputada en Avus y ganó la Opelbahn en Rüsselsheim. Y en 1923 se adjudicó un nuevo triunfo en una prueba del automóvil club alemán ADAC, al volante de un Ego, celebrada en el estadio Grunewald de Berlín. Con 22 años, aquella joven promesa se incorporó a Daimler-Motoren-Gesellschaft como vendedor de automóviles en Dresde y fue presentada a los pesos pesados de su formación deportiva: Alfred Neubauer –con el tiempo, pionero e insigne director de equipo–, Christian Lautenschlager, Otto Salzer, Christian Werner y Otto Merz.
Pero, de momento, Rudolf no estaba llamado a batirse el cobre junto a los primeros espadas. A cambio, se le permitió pilotar un Mercedes 6/25/40 HP, con el que se impuso en el rally del ADAC y una prueba organizada en el bosque de Teutoburgo, y con un modelo 24/100/140 HP, a cuyo volante ganó ocho carreras. Fue así como adquirió experiencia, confianza y valor. Cualidades que le animaron a presentarse ante Max Sailer y ofrecerse a pilotar para Daimler en el GP de Alemania de 1926.
Tras aquella prueba, Sailer reclutó a Rudolf Caracciola y lo incorporó al equipo Mercedes que participó en el IV Gran Premio de Turismos celebrado en Lasarte. En el trazado guipuzcoano, al volante de un 24/100/140 HP, el germano concluyó segundo en la categoría B, en la que se inscribieron automóviles de más de 5,0 litros. Y cerró el curso con un nuevo triunfo, en este caso a los mandos de un Mercedes K, en una prueba que tuvo lugar en el puerto de Klausen (Alpes suizos).
Nueva etapa
Con la llegada de 1927, Rudi inició una nueva etapa personal y profesional. En cuanto a la primera, contrajo matrimonio con Charlotte, más conocida como Charly, a quien había conocido en Dresde. Y respecto a la segunda, pasó a gestionar un concesionario de Mercedes-Benz en Berlín, si bien no renunció a seguir compitiendo.
Lejos de hacerlo, se mantuvo en activo muchos años más y siguió acumulando victorias a su palmarés; algunas de ellas, realmente significativas. Como la conseguida, el 19 de junio de 1927, en la carrera inaugural del circuito de Nürburgring con un Mercedes-Benz S de 6,8 litros y bajo la dirección de Alfred Neubauer –quien, por aquel entonces, ya había ideado su famoso código de banderines y señales para comunicarse con los pilotos–.
Los éxitos continuaron en 1928 con el SS y el también nuevo SSK –el último automóvil diseñado por Ferdinand Porsche para el fabricante de la estrella–, a cuyos mandos concluyó tercero en el GP de Mónaco de 1929 y ganó el International Tourist Trophy en Irlanda bajo una lluvia torrencial. Una vez más, Caracciola hizo bueno su apodo de Regenmeister.
Y demostró que era capaz de vencer en todo tipo de terrenos. Buena muestra de ello es que se proclamó campeón de Europa de carreras de montaña en 1930 y 1931. En ese último año, además, se convirtió en el primer piloto extranjero en ganar la Mille Miglia italiana –en un Mercedes-Benz SSKL junto al copiloto Wilhelm Sebastian– y también se anotó el triunfo en el GP de Alemania disputado en Nürburgring, cómo no, bajo la lluvia.

Adiós, Charly
La retirada de Mercedes-Benz de la competición, en un momento especialmente complicado para la economía alemana, obligó a Caratsch, como llegó a ser conocido en el ámbito automovilístico, a competir con Alfa Romeo en 1932. Otro año triunfal al ganar pruebas como la carrera de Eifel y el GP de Alemania y conseguir los títulos europeos de carreras de montaña y Alpino Internacional.
Un año después, junto al monegasco Louis Chiron, creó la Scuderia CC. Pero en el mes de abril, un accidente en los preparativos del GP de Mónaco, al volante de un Alfa Romeo Monza, lo dejó maltrecho de una pierna y la cadera. Y peor todavía, fuera de combate durante el resto de 1933. No sería el único revés: mientras se recuperaba en Suiza, su esposa Charly perdía la vida, enterrada por un alud de nieve, durante una jornada de esquí.
Rudolf Caracciola, tricampeón de Europa
En 1934, con el estreno de la nueva fórmula que limitaba el peso máximo de los automóviles a 750 kilos, Rudolf Caracciola regresó al seno de Mercedes-Benz para pilotar el W 25, la primera flecha de plata del fabricante alemán –denominación adquirida, como es sabido, tras despojar al monoplaza de su original pintura blanca con el objetivo de que se ajustase al peso establecido–.
Con ese bólido, nuestro protagonista, aquejado aún de fuertes dolores en la pierna y la cadera, consiguió algunos buenos resultados aquel año. Pero lo mejor estaba por llegar. En 1935 se impuso, entre otras pruebas, en los GGPP de Francia, Bélgica, Suiza y España, victorias que, a la postre, resultaron cruciales para adjudicarse la primera edición del Campeonato de Europa de Automovilismo instaurado por la Asociación Internacional de Clubes de Automóviles Reconocidos (AIACR, por sus siglas en francés). Un entorchado que no pudo repetir en 1936 ante el buen hacer del emergente Bernd Rosemeyer y su Auto Union Type C. Eso sí: ganó un GP de Mónaco pasado por agua, demostrando de nuevo su condición de Regenmeister.

Pero volvería a la cima del automovilismo europeo en 1937 –año en el que se casó con Alice Baby Trobeck (cronometradora de Louis Chiron)–, a los mandos del nuevo Mercedes-Benz W 125, y 1938, curso en el que pilotó el W 154, animado por un motor 3.0 V12 diseñado para cumplir la nueva reglamentación que admitía propulsores de 3,0 litros sobrealimentados y de 4,5 litros aspirados. Gracias a aquella tercera corona continental, Caratsch consolidó su reputación de piloto más exitoso de su época.
En 1939, antes de la II Guerra Mundial, Rudolf Caracciola llegó a imponerse en el GP de Alemania celebrado en Nürburgring. Concluido el conflicto bélico, en 1946 sufrió una aparatosa colisión en los entrenamientos de las 500 Millas de Indianápolis que lo dejó maltrecho. En 1952 fue cuarto en la Mille Miglia con un Mercedes-Benz SL. Y ese mismo año, un grave accidente en el GP de Berna puso fin a su trayectoria como piloto. Esos incidentes dejaron secuelas en el gran campeón, quien falleció en 1959, a causa de una enfermedad hepática, en Kassel (Alemania).
1 de abril de 2025. Por Bernardo Valadés. Fotos: Daimler Media.
El reportaje original del autor se publicó en el número 197 de la revista Coches Clásicos.